Andrés Rodríguez González Agosto 27th, 2010
Fauna de la Serranía de Ronda
Caracol de jardín (Helix aspersa)
Con el nombre de Caracol se designa un amplio grupo de animales Moluscos, formado por unas 50.000 especies en todo el mundo. Son gasterópodos (literalmente, animales con el pie en el estómago) marinos, que han adaptado su singular modo de locomoción a un amplio abanico de hábitats terrestres y acuáticos, desde las profundidades y las costas de los océanos hasta todas las masas de agua dulce, y de las áreas tropicales a las montañas y los desiertos. Poseen una concha que se enrolla en espiral. Los caracoles marinos son denominados Caracolas. Existen muchas variedades de caracol según los tamaños y especies. Algunos como las Vaquetas o Serranas, son considerados un exquisito manjar en la Comunidad Valenciana y en las comarcas catalanas del Ebro, donde precios desorbitados.
Los caracoles, se alimentan de materia vegetal y de materia en descomposición, son muy importantes de la red trófica, ya que son una fuente de alimento para gran cantidad de seres vivos. El caracol se alimenta por medio de la Rádula, una lengua en forma de cinta que contiene muchos miles de dentículos, o dientes, que salen de la abertura de la boca y raen las rocas y las hojas.
Se mueven muy lentamente, alternando contracciones y elongaciones de su cuerpo, con lentitud. Producen una mucosidad llamada “mucus” para ayudarse en la locomoción reduciendo así la fricción. Esta mucosidad contribuye a su regulación térmica, también reduce el riesgo del caracol ante las heridas, las agresiones externas y las infecciones bacterianas y de hongos, también las defiende de sus principales enemigos, las hormigas. El mucus sirve además al caracol para desembarazarse de ciertas sustancias como los metales pesados y entra también en la composición de la cubierta.
Cuando se retrae en su concha, secreta un tipo especial de mucosidad que se endurece para cubrir la entrada de su caparazón formando una estructura llamada Operculo. Son bastante similares a las babosas, pero éstas tienen algo parecido a una cáscara debajo de su piel superior para prevenirlas de desecarse por completo. Este opérculo suele ser fino en las especies terrestres y en otras como las marinas, muy duro.
Descontando los caracoles marinos, en invierno o en estaciones secas, muchas especies terrestres o de agua dulce, hibernan en su concha sellándose con el opérculo, que le sirve de protección para la hibernación y que es destruido en la primavera o cuando el entorno se hace más húmedo. Algunas especies se reúnen e hibernan en grupos mientras que otras se entierran antes de la hibernación.
Muchos caracoles miden tan sólo 0,1 cm de longitud; el caracol de tierra más grande es el caracol gigante africano que puede medir hasta 30 cms, el caracol de manzana gigante, es el caracol más grande de agua dulce, con su tamaño que alcanza los 15 cm de diámetro. El más grande de todos los caracoles es una especie marina que vive en Australia.
Cuando el caracol crece, también lo hace su concha. Un caracol cerrará una sección de su concha y añadirá una nueva cámara al crecer, cada cámara será más grande que la anterior por un factor constante, se ha estudiado que la concha forma una espiral matemáticamente perfecta. Después, el caracol construye un reborde alrededor de la apertura de la concha, deja de crecer, y comienza a reproducirse.
La concha del caracol y las cubiertas de los huevos están formadas principalmente por carbonato de calcio. A causa de esto, requieren una buena cantidad de calcio en su dieta y ambiente acuoso para producir una concha fuerte. La concha de la mayoría de los caracoles terrestres se arrolla casi siempre en sentido dextrogiro, es decir en el mismo sentido que las agujas del reloj, aunque en algunas especies su concha lo hace en sentido contrario. La concha de los caracoles se puede dañar con facilidad, sobre todo si su dieta no incluye mucho calcio. Por lo general, un caracol puede reparar su daño en la concha con el tiempo, si sus condiciones de vida mejoran, pero algún deterioro lo bastante grave podría ser fatal para el caracol. Es por eso que los caracoles se desarrollan mejor en las zonas calizas como la Serranía de Ronda. Donde el carbonato cálcico escasea, algunas especies faltan y otras, las más adaptables, tragan piedrecitas que contienen calcio, roen los huesos, la pintura, el “encalao” de los cortijos antiguos o plantas ricas en calcio.
Una particularidad de los caracoles es que son hermafroditas, producen espermatozoides y ovulos. Pero para reproducirse deben acoplarse porque no pueden autofecundarse. Están equipados de un pene y del órgano receptivo correspondiente. Los caracoles de jardín, por parejas, se inseminan el uno al otro, para fertilizar internamente sus óvulos. Generalmente, en la primavera y el otoño de las zonas templadas, mientras el tiempo permanece caliente y húmedo. La cópula se hace generalmente de noche y dura de promedio entre 4 y 7 horas. Se lanzan el uno al otro una saeta espiral de carbonato cálcico, que desaparece en el interior del receptor, donde se disuelve y libera el esperma. Después hacen un agujero, enterrando sus huevos algunos centímetros bajo la superficie de la capa fértil. Pasados entre doce días y un mes según las condiciones climatológicas, estos huevos eclosionan y surgen las caracolitas. Cada puesta consiste en unos 100 huevos. Son capaces de poner huevos una vez cada mes.
Son muy apreciados por el hombre, para colecciones de conchas o fines gastronómicos. La antigüedad del caracol en la dieta humana se remonta a la Edad del Bronce, al menos 1800 a. C., basándose en fósiles encontrados. Pero parece ser que fueron los romanos los que explotaron sus propiedades alimenticias llegando incluso a crear lugares para criarlos denominados cochlearium. Los romanos consumían a los caracoles no solo como alimento sino que suponían que era un remedio eficaz para enfermedades del estómago y de las vías respiratorias como dejó constancia Plinio El Viejo, que recomendaba la ingesta de caracoles en número impar como remedio para la tos y males estomacales. Los Escargots, los caracoles de la cocina francesa, son producto de la cría de caracoles de tierra y las especies aptas para ello no son más de quince. La variedad que existe en Chile, Helix aspersa Muller, es la segunda comestible en importancia del mundo. Otros caracoles comestibles son la oreja de mar de California y Japón, el bígaro europeo, el bígaro surafricano y la caracola reina de las Antillas. El caracol terrestre forma parte de la cocina mediterránea como uno de los manjares más exquisitos. También cabe destacar que al margen de estas cocinas el consumo del caracol se considera un uso culinario extraño, especialmente en Estados Unidos donde se equipara a consumir una Bobosa, puesto que el caracol es precisamente eso, solo que posee una concha propia. Suele cocinarse al hervor y servirse acompañado de diversas salsas, aderezadas con Hierbabuena. Varias especies de caracoles son también consumidas en la cocina asiática.
Los caracoles, tanto terrestres como acuáticos, son portadores de muchos parásitos, tanto unicelulares como pluricelulares que infectan a los animales que los ingieren. Son portadores intermedios de parásitos que afectan al intestino de los Rumiantes. En los trópicos, la enfermedad de la Esquistomatosis afecta a 200 millones de personas.
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