La denuncia: Sigue la fuga de cerebros

Andrés Rodríguez González Enero 30th, 2014

Un país que no invierte en Ciencia es un país sin futuro.

El investigador Juan Carlos Izpisúa, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB), ha dimitido. Una pésima noticia para la ciencia española y su reputación internacional.

No conozco los detalles del funcionamiento del CMRB, tampoco la labor del Dr. Izpisúa ni su gestión al frente de este centro, pero es un investigador de talla mundial, cuyo estudio sobre la posible creación en el laboratorio de “minirriñones” a partir de células madre fue considerado uno de los diez hitos científicos de 2013 por la revista Science.

El diario El País dice que “El Gobierno y la Generalitat acusan al científico de escasa presencia en el Centro de Medicina Regenerativa y cuestionan el reparto de beneficios de las investigaciones”. Una opinión lamentable, lo mismo que otras reacciones que se han producido, que intentan justificar las, posiblemente, nuevas fugas de cerebros a lo largo del 2014, que se saldarán con la salida de muchos más investigadores destacados con una posición de liderazgo internacional. Pero lo que sí es seguro es que el Dr. Izpisúa es un investigador de excelencia mundial y eso está por encima de los desencuentros con los gobiernos central y catalán que, según las noticias han llevado a su salida.

La salida de talentos científicos de España al exterior es deseable siempre que se compense con un flujo similar del exterior a España, y mejor aún si nuestra capacidad de captar líderes científicos internacionales excede a las pérdidas, es decir si el balance es positivo para nuestro país. De hecho, se podría argumentar que durante la mitad de la década pasada España consiguió un notable balance positivo de flujo de liderazgo científico, atrayendo investigadores líderes a nivel internacional, aunque este logro se centrase casi en exclusiva en el campo de la biomedicina.

Esta balanza positiva de liderazgo científico se consiguió gracias a la excelente impresión que la progresión de la ciencia española causaba entonces en la comunidad internacional, en la que una apuesta sostenida por el aumento de la inversión pública en I+D (para mí el único logro de Zapatero) que  y la creación de infraestructuras científicas se conjugaba con la aparición en las portadas y páginas de las revistas de mayor prestigio de investigadores españoles. Todas las semanas las revistas de bandera de la ciencia internacional, Science o Nature, contenían artículos firmados por investigadores españoles y desarrollados desde instituciones españolas, de forma que algo inusual se convirtió hace diez años, se convirtió en habitual.

Los líderes científicos que se reincorporaban a España lo hacían compaginando su dedicación en centros españoles con su permanencia en los centros, típicamente en EEUU, de donde venían. Es una cautela lógica, primero para evitar disrupciones en su investigación ya que sus equipos en EEUU seguían plenamente activos mientras los centros españoles se ponían en marcha. Constituía, además, una precaución mínima, pues España seguía entonces sin tener una tradición de apoyo sostenido en el tiempo a la ciencia y seguía sufriendo de una falta de independencia entre la ciencia y la política.

La destrucción del sistema de I+D durante el gobierno de Rajoy, ha dado por buenas esas cautelas. Los líderes científicos habrán ya comprobado que el compromiso con la ciencia de los líderes políticos españoles se quedó, en las urnas de las elecciones generales del 2011, cuando los ciudadanos de este país cometieron un error histórico que nos ha devuelto a los años 70.

Un escritor de prestigio ha dicho textualmente “En el contexto actual de la ciencia española, el que tengamos líderes en nuestros centros de investigación de la talla del Dr. Izpisúa equivale a que algún club de segunda división, que es la división a la que el gobierno se ha empeñado en arrastrarnos, contase en sus alineaciones con Ronaldo o Messi. Con una diferencia: que la habilidad del Dr. Izpisúa y otros líderes científicos consiste en generar las bases científicas para salvar vidas humanas, paliar y evitar el dolor y el sufrimiento y mejorar nuestra calidad de vida, que supongo debiera tener más valor para una sociedad avanzada que el dar patadas a una pelota”.

En política española se sigue la máxima de Rajoy es que quien aguanta gana, pues no hay otra meta que mantenerse en el poder. En ciencia, el que aguanta, y haciéndolo pierde tiempo, pierde y con esa pérdida perdemos todos.

Los logros del Dr. Izpisúa se harán públicos y se compartirán, como todos los resultados de la ciencia, y así los ciudadanos españoles podrán beneficiarse de sus resultados tanto si estos se obtienen en el CMRB como si se obtienen en California. Pero volveremos al “que inventen ellos”, que tiene un coste y es que la sociedad española desista de promover el ecosistema de la excelencia que se desarrolla en torno a los centros de masa crítica de investigación de excelencia.

Entristece leer declaraciones de políticos catalanes en las que justifican la salida del Dr. Izpisúa. Es posible que el Dr. Izpisúa fuese un mal gestor, lo que se corrige apoyándolo con un gerente o director ejecutivo que se encargue de los aspectos de gestión pues lo que se busca en el Dr. Izpisúa es el liderazgo científico; también es posible que pasase más tiempo en California que en Barcelona, pero si su liderazgo científico es efectivo, da igual que lo ejerza desde California o desde Monjuit.

Sin duda veremos a lo largo del año 2014 y el 2015 salidas de otros líderes científicos y que volveremos a ver el mismo patrón: los responsables políticos de estas instituciones harán declaraciones dando a entender que su marcha se ha debido a deficiencias en su gestión o rendimiento, cualquier excusa vale.

Primero dejaron nuestro país los investigadores que buscaban su consolidación tras su doctorado, varios contratos postdoctorales y promesas incumplidas de consolidación laboral, después los investigadores que empezaban, los jóvenes universitarios que ya no podrán iniciar su formación científica por la caída de becas de postgrado y contratos de doctorado y la subida de las tasas académicas de postgrado.

Ahora marchan los líderes científicos, no porque no tengan un salario, aunque este sea escaso, sino porque no se pueden permitir perder el tiempo y en España los únicos investigadores que están satisfechos son aquellos que nunca han hecho nada y no tienen metas científicas que peligren por el desmoronamiento del apoyo a la ciencia. Estos si que son los que resistiendo, ganan. La sociedad española pierde, y mucho.

Cuando el Dr. Izpisúa reciba el premio Nobel, una posibilidad creíble, volveremos a recordar que es español, de Albacete, que dirigió un centro de investigación en nuestro país y nombraremos un efímero programa de “excelencia” en su nombre.

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